Asesinaron a 4 personas en Colope; en Tonchigue mueren 3 ciudadanos al más puro estilo de sicariato; otro hombre es ultimado en el barrio 20 de noviembre, otro en el Potosí, otro por el Palmar; por Santas Vainas aparece una víctima de aparente sicariato luego de haber sido secuestrado; un abogado es baleado en su oficina y otro más la Señora Barrezueta muere luego de 8 de días de agonía víctima de un asalto en la propicia # 2 y más y más, sigue la lista siguen los informes noticiosos que parecen capítulos de la misma telenovela, que bien podemos llamar “ciudad violenta en poder de la delincuencia”; y no es una exageración, nos estamos quedando cortos a la hora de graficar los asesinatos violentos en una ciudad donde las muertes por COVID ya parece no escandalizar a nadie y las defunciones por el hampa no pasan de ser escuetos comentarios del día, entre lo que pública la prensa y una que otra declaración de la policía con el clásico “estamos investigando”.
Una muerte de lo dicho se evidencia en las estadísticas, lo que ocurrió entre el 1 de enero de 2020 al 30 de abril del mismo año; seis homicidios intencionales, mientras que al mismo periodo del año 2021, van 22 muertes, un aumento porcentual de los 267%.
El robo a personas, robo a domicilios, robo a motos, robo entidades económicas, robo de bienes, accesorios y autopartes de vehículos, robo a carros, robo en ejes viales, han tenido aumento porcentuales altos, en su mayoría llamando a la alarma ciudadana.
Aqui un cuadro comparativo
Las evidencia no pueden ser más clara y elocuentes; la ciudad sitiada por tres cuarteles, uno de policía y el otro del ejército en el sur; uno de marina en el norte; está desguarnecida; hay ineficacia en las acciones policiales, al punto que después de levantar los cadáveres unas breves declaraciones y todo pasa el olvido hasta el día siguiente, o la semana entrante en el que volvemos a conocer de un nuevo asesinato o delito contra la propiedad privada o bienes públicos; lloran los deudos y todo terminó allí.
Cómo el muerto no es famoso no aparecen las rueda de prensa, ni el apuro por decir “que ya tienen pistas”; simplemente el tiempo le hecha tierra al asunto, mientras echan raíces todas las formas delictivas, algunos vinculados a los grandes carteles de la droga hoy posicionados en nuestro territorio.
Eso de que éramos para un país de tránsito de las drogas, hace rato que pasó a la historia, ahora somos parte del territorio donde las drogas no sólo se comercializan producen, si no que sus líderes y tentáculos se disputan a sangre y fuego cada palmo de territorio ecuatoriano y particularmente las provincias fronterizas y puertos como el nuestro.
Todo apunta a que el mal ya es un cáncer que ha hecho metástasis y su extirpación es difícil; no se puede murmurar que aquí hay quienes sean parte de actividades ilícitas, si no que penosamente asiste a la contaminación delictiva de altas esferas del poder político.
En apariencia, en Esmeraldas somos los ciudadanos los que debemos velar por nuestra propia seguridad, ya que no existe y si existe, no se ven los resultados de una acción efectiva de los órganos de seguridad estatal.
Los ciudadanos en la indefensión estamos signados a defender los tres cuarteles existentes en el corazón de la ciudad, mientras asistimos diariamente a llorar los muertos y lamentar las pérdidas.