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Lunes, 15 Noviembre 2021 09:03

A propósito del 15 de noviembre de 1922

 Baldomera Quiñones desde el patio de la cárcel de mujeres de Guayaquil, toma el sol y recuerda la historia de su vida, sabe porque le han contado, que nació en el Cerro del Carmen, tiene bien clarita la escena junto a sus hermanos y a su madre, que antes de que suba la marea en la ría, recogían jaibas, pangoras, guariches y almejas con el fin de parar la olla y mitigar el hambre que les agobiaba día a día.

Baldomera ríe sola con sus recuerdos dulces y frunce su seño con los malos recuerdos que dejaron una herida de dolor en su alma, se consuela diciéndose a sí misma, que ya pronto llegará su hijo Anselmo con la papeleta de libertad, mientras rebobina en su memoria, trata de alisar su motoso y cano cabello rebelde y ensortijado. Uno de los recuerdos mas recurrentes, es ese, que en una tarde de sábado, iba con su madre a la casa de Don Nascib. Sabía que su madre se había criado desde niña en la mansión señorial con papagayos, monos y dantas, trabajando de criada, de mandadera y cumpliendo todos los caprichos y antojos de Don Nascib, sus hijos y sus amigos.

Nascib se encuentra en el gran porche de la casa señorial junto a sus amigos y socios, Abdul Feraud, Nicasio Adoum, reían a mandíbula batiente llevándose a la boca el vaso de wisky cuando la criada anunció -Don Nascib es su antigua empleada que dice que viene por el favor que le había pedido- , - ah sí, dile que pase-, dijo Nascib lanzando una bocanada de humo de su tabaco de envolver marca El Progreso. Baldomera y su madre caminaron con miedo ante la presencia de los tres hombres de barbas y bigotes borrosos a contra luz tras la humareda. -pasa hija, habla rápido que estoy en una reunión importante-, Baldomera era una niña de quince años y le intimidaba ver en las paredes de la casa una colección de cabezas de animales, tatabra, saíno, danta, y en el piso pieles de culebra, tigre y lagarto.

-Vengo por el favor que le pedí Don Nascib, para dejarle a mi Baldomera a que le sirva haciendo los mandados, ya le dije que la niña es muy obediente y hacendosa con todo lo que le ordenen- dijo la mujer. Baldomera se dio cuenta que la mirada de los tres hombres viejos recorría como achacosas locomotoras sobre los caminos de su piel, eso le llenó de angustia e incertidumbre y comenzó a toser mareada por la humareda y el olor a naftalina.

 

-Pasador!- anunció una voz, -recado para Baldomera- se levantó como un resorte mientras corría con su pesado cuerpo hacia la reja de la prevención, buscaba unos reales en el bolsillo de su colorida y despintada falda. Le entregó las monedas al pasador, quien recitó el mensaje de Anselmo su hijo, -Anselmo no puede venir pues tiene tareas en el sindicato de trabajadores del ferrocarril en Durán, pero dice que le diga que se encuentre tranquila que la próxima semana ya sale la boleta de libertad, ya pagó en la comisaría los treinta sucres, que no se preocupe-. Se llenó de alegría y esperanza, sabía que en el fondo de su corazón una luz se encendía.

Con la mano se ventilaba el rostro para mitigar el calor, de pronto recordó que una mano con un aventador avivaba la llama de la estufa de una carreta y se olía a carne en palito, con su amado Gregorio caminaban por el muelle de la ría esquivando los grandes bultos de cacao que serían cargados a los botes y barcazas para ser embarcados en los grandes buques que estaban en el puerto.

Gregorio era un hombre que sabía de mar y largos viajes en barcos cargueros, le mostraba en el horizonte -ves allá ese barco que bota mucho vapor?- Baldomera desconcertada le decía – en ese vapor fue que llegaste? Gregorio asentía con la cabeza, pues no podía hablar con la carne en la boca. Baldomera se quedaba maravillada de las historias que Gregorio contaba sobre la gran ciudad de Nueva York, la estatua de la libertad, la gente de todo el mundo que vivía en esa  moderna ciudad.

-Pero si vivías bien, había trabajo, para que te regresaste del puerto de New York, no vas a comparar con este río lleno de pobreza y miseria- dijo Baldomera, Gregorio se quedó pensativo al escuchar las palabras de la mujer, cargadas de mucha razón y verdad. No le respondió inmediatamente, no dijo una sola sílaba, mas bien trataba de poner en orden sus pensamientos, pues eran más de veinte años que había estado viajando mundo y terminó en Nueva York, cargando pescado y mariscos para el mercado chino.

La boca se le hacía agua y tenía que curar el chuchaqui provocado por los tragos de la noche anterior en el sindicato de Ferrocarrileros de Durán, Vio una carreta de ceviches y le dijo a Bardomera  -Vamos, acompáñame tengo unas enormes ganas de ceviche de concha prieta de Manglar Alto. Se sentaron en la banca de madera junto a la carreta y pidieron dos ceviches de concha prieta y dos cervezas, Gregorio habló -son casi veinte años que he estado viajando el mundo en diferentes barcos mercantes, estuve en Lisboa, Río de Janeiro, en Liverpool, La Habana , Panamá y Nueva York. Me radiqué allí, por un gran jefe ruso que me acogió en su barco que ya no navegaba y le servía de vivienda, le gustaba vivir en el barco pues no tenía que pagar arriendo ni comida, pescábamos de todo, y preparábamos la comida en la cocinita del barco, terminamos haciéndonos grandes amigos. Petroff se llamaba. Por él, conocí la historia del mundo, las causas de la primera guerra mundial, y los preparativos permanentes por que se veía venir una segunda guerra mundial.

Baldomera escuchaba extasiada el relato de Gregorio, -tú Gregorio si que has viajado mucho mundo, en cambio yo solamente he ido de Guayaquil a Babahoyo en barcaza para ver la cosecha y el embarque del cacao- decía Baldomera.  Y continuaba Gregorio -todo puerto es parecido, mucho movimiento de gente y de productos, el cacao del Ecuador es muy apreciado en los puertos del mundo, yo mismo he bajado en mis espaldas las sacas de cacao de fino aroma en Ámsterdam y Liverpool. Pero me preguntaste si la vida es mejor en el exterior, ¿por qué me he regresado al Ecuador?, es que no solo es cuestión de conocer y vivir en otros lugares y quizá hacer algo de dinero, se trata de entender que nosotros somos de un lugar que se llama la patria, el terruño, ese sentimiento es el que me hace volver acá.

 

Anselmo había pasado toda la noche en el bar del cubano, era parte del grupo de músicos que interpretaban temas musicales de moda en los puertos, tangos, habaneras, chachachá y guarachas, tocaba el clarinete, mientras tocaba, tenía pendiente en la cabeza que en la mañana a primera hora debía estar en el sindicato de ferrocarrileros de Durán para preparar los últimos detalles de la marcha conmemorativa del 15 de noviembre de 1922, se cumplían ya 9 años de aquel nefasto acontecimiento, Los incidentes iniciaron en octubre de 1922, cuando los empleados ferroviarios de la estación de Durán iniciaron una huelga para exigir mejores condiciones laborales y mejores salarios. Los sectores sindicales de Guayaquil se unieron a la huelga en días posteriores. Los empleados de la empresa de luz eléctrica, transportistas y trabajadores del astillero se unieron el 7 de noviembre. Entre sus exigencias constaban, además de mejoras salariales, la aplicación de la ley que establecía una jornada laboral máxima de 8 horas, aprobada en 1916, y el anuncio de 30 días previos en caso de despido. Anselmo también tenía claro que le habían ofrecido en la comisaría sexta, tramitar la boleta de excarcelación de su madre Baldomera. Le pidió a un amigo que temprano en la mañana le llevara el papel a su madre anunciándole que los trámites iban bien y que con seguridad le daban la libertad la próxima semana ya que todo esta pagado con los jueces.

La reunión en el sindicato de ferrocarrileros estaba muy movida, los trabajadores pintaban carteles conmemorativos, otros construían cruces de madera con los nombres de los trabajadores asesinados nueve años antes en la marcha de Guayaquil, sobre las cruces diseñaban un recipiente para poner un waipe con petróleo y encenderlo antes de enviar las cruces sobre la ría. Anselmo pidió la palabra en la asamblea e informó que ya tienen todos los permisos de la policía, el ejército y la gobernación para hacer la marcha conmemorativa, pero recalcó que la marcha es pacífica y no debe permitirse desmán alguno, peor enfrentamientos con la policía ni el ejército, que de darse esta situación, los infiltrados y provocadores estarían listos a iniciar los consabidos desmanes y saqueos, cada uno de los trabajadores del sindicato debían constituirse en guardianes y promotores de una marcha pacífica, llegaron al acuerdo de que hay que denunciar y apresar a los provocadores que siempre existen en este tipo de movilización.

 

Muchos años habían pasado en la casa de Nascib Sadam, insigne importador de telas y casimires finos que se vendían en diferentes locales en la 9 de Octubre. Baldomera había sido despedida de la casa señorial acusada por la esposa de Nascib, de haberse robado joyas y ropa, Aunque se sabía inocente, en el fondo se sentía feliz, pues era una mujer hecha y derecha y ésa era la oportunidad para salir sola y adelante en su vida, planeó ir a la casa de su tía para alojarse mientras buscaba cómo establecer un lugar de venta de muchines, cazuela y pescado. Baldomera estaba ensimismada en sus recuerdos cuando una mujer le toca el hombro -Oye Baldo, que pasó, sales mismo o no sales?- era Gumercinda Santos la caporala de la prisión de mujeres, Baldomera le contó lo del mensaje de su hijo y que ya las cosas estaban arregladas en la comisaría sexta y los jueces, Gumercinda le dijo – no te preocupes ñaña que aquí las cosas son así, qué es una semana mas si ya has pasado años en este tugurio, mas bien cuando salgas arregla bien tu negocio de comidas que  cada una de nosotras que vayamos saliendo, te vamos ir a visitar y haremos buenas parrandas con chicha y corrincho, alégrate hermana!-

 

La madre de Baldomera con lágrimas en los ojos y el corazón partido, dejó a la niña en la cocina de la casa señorial de Nascib Saadam, recomendándole a la cocinera que cuide de ella, vea que le den buen trato y se preocupe que coma, Baldomera vio como su madre salía por la gran puerta de hierro forjado desde donde le regresó a ver por última vez. Apretó junto a su pequeño pecho el atado de ropa que llevaba, mientras la cocinera le daba las primeras órdenes -a ver niña, ¡anda a recoger los ceniceros de los señores e inmediatamente vienes para moler el verde y preparar la cazuela! -

 

En las zonas fabriles de Manhattan había un revuelo sin igual, los trabajadores salían de sus trabajos y se reunían en las calles para celebrar, Gregorio no sabía lo que sucedía, había bandas de músicos tocando una tonada que ya le parecía conocida, la letra rezaba… arriba los pobres del mundo, de pie los esclavos sin pan…lo que celebraban los obreros era la iniciación de la revolución rusa, era el 17 de octubre de 1917, el ruso Petroff, que se encontraba con Gregorio, le decía -de esto es lo que te hablaba Gregorio​, es el fin de la era zarista, el fin de la monarquía, el principio de la revolución y el cambio…arriba los pobres del mundo!-

 

Gregorio le contaba a Baldomera que el ruso Petroff era su maestro y le había instruido en el conocimiento de la historia, que en el mundo hay ricos y pobres porque el sistema social es injusto, que la revolución acabaría con el sistema monárquico, pero debía luchar contra el sistema capitalista, que eran los nuevos dueños de las vidas de los trabajadores. Petroff le llevó a Gregorio a ver las primeras películas de cine mudo donde Charles Chaplin, hacía matar de la risa a la gente con sus historias tristes y dramáticas, llenas de esperanza y de búsqueda de la igualdad social, Gregorio se convirtió en un seguidor de Chaplin. Se dio cuenta además que su destino estaba en regresar a su país para construir la igualdad y pregonar la lucha contra el capital y la búsqueda del bienestar de los obreros y trabajadores, se sabía de memoria y cantaba con entusiasmo la canción la Internacional, himno de los obreros y trabajadores.

Esa pasión le llevó a integrarse en la empresa de ferrocarriles de Duran y pronto ser miembro importante del sindicato de trabajadores.

 

Baldomera recordaba también que su hijo Anselmo había heredado la pasión de su padre y que la marcha del próximo 15 de noviembre, aunque ella estaría en la cárcel aún, su hijo cumpliría con el ritual de cada año, que consistía en poner una cruz con el nombre de Gregorio, encender la antorcha y echarla a la corriente para recordar por siempre la presencia de su padre en la lucha de cientos de trabajadores que fueron masacrados ese fatídico día 15 de noviembre de 1922 y los cuerpos de los trabajadores fueron arrastrados con tractores y lanzados en el río Guayas.

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