Si bien los sismos de baja magnitud liberan una pequeña parte del estrés acumulado, no es del todo suficiente ni equivalente a la liberación de energía que representa un sismo de mayor magnitud.
En efecto, la escala de magnitud momento es una escala logarítmica en la cual cada unidad mayor a la anterior representa una liberación de aproximadamente 32 veces más energía. Los sismólogos han determinado que se necesitan alrededor de 32 sismos de magnitud 5, 1000 de magnitud 4 o bien 32 000 de magnitud 3, para equiparar la cantidad de energía liberada por un temblor de magnitud 6.
Así, tendrían que ocurrir 163 840 000 000 sismos de magnitud 2 para liberar el estrés que representa un evento de magnitud 9: esto significa que tendría que temblar un millón de veces al día durante unos 500 años. Entonces, aunque los sismos de baja magnitud son mucho más frecuentes que los mayores, no son suficientes para disipar la necesidad de eventos de gran magnitud. A modo de comparativo, el terremoto de Japón de marzo del 2011 (mag 9,0) fue 631 veces más grande que el terremoto de Cinchona de enero de 2009 (mag 6,2) y liberó 15 849 veces más energía.
Quizás los sismos de bajas magnitudes no sean un mecanismo para evitar eventos de mayor importancia. Sin embargo, los sismólogos han observado que su ocurrencia frecuente o un incremento en su ocurrencia suele preceder eventos de mayor magnitud. Esto no es una relación absoluta sino una observación frecuente que permite seguir estudiando la sismicidad y la tectónica. Hasta la fecha, sigue siendo imposible predecir la ocurrencia de un evento sísmico aunque se puede evaluar la acumulación de estrés (por medio de la estadística) en las zonas de falla y estimar que un rebase pueda ocurrir en dichas zonas en un momento preciso que permanece desconocido.